23 de marzo de 2012

Empezando



Tomar conciencia de uno mismo y de la propia situación no siempre es tan fácil como parece ni tan inmediato como abrir los ojos al despertar; tomar conciencia de las propias capacidades -y valorarlas más allá de ego y de la imperiosa necesidad de aprobación de los demás- nunca es demasiado fácil.
La presión marcada por las propias expectativas y deseos mezclados con la presión externa -ya sea supuesta o impuesta-, nos limitan y desubican a la hora de plantear qué es posible en un momento dado y qué no lo es. Nos vuelven irracionales, nos desubican en el mapa, nos ocultan el camino a seguir y nos hacen tomar caminos equivocados o atajos que no siempre son recomendables.
Amanece camino del Bishorn.
Aún así, y sin contradecir lo anterior, aprender de los fallos e, incluso, de esos momento donde estás perdido, siempre es bueno. Y es que, para fallar, para perderse, hay que jugar con esa línea imaginaria que separa lo posible de lo imposible simplemente para ver dónde está; unas veces te sorprenderás de lo cerca que la tenías o, quizás, de lo lejos que estaba sin que te dieras cuenta; otras, sin embargo, te asustarás al ver que ya la habías superado hace tiempo y estabas bailando en el filo del abismo. Cuidado con ésto último.
Y es que empezar cualquier cosa desde cero nunca es fácil, incluso cuando te enfrentas a un papel en blanco. En esa situación suele haber una cosa esencial, y es que tú eliges cómo lo haces en función de tus posibilidades.

Tener esa opción no es algo que suceda todos los días, así que aprovéchala,  pues constituye, nada más ni nada menos, el principal ingrediente de lo que llamamos libertad.

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