La primera vez que caminé de noche en alta montaña fue un Octubre de hace ya unos años, mientras volvíamos de hacer el Veleta y el Mulhacén. Volvíamos muy tarde y recuerdo perfectamente cómo al mirar arriba quedé impresionado; era la primera vez que veía un cielo así, un cielo a casi 3000 metros iluminado por las estrellas y la Vía Láctea después de contemplar un atardecer entre dos contienentes.
De alguna manera recordé noches vividas de pequeño en mi pueblo, en la Sierra Negra de Guadalajara; de cómo cuando era niño miraba al cielo con un telescopio que me habían regalado -y que nunca supe usar muy bien- y que me servía para ver algo más de cerca aquellos puntos lejanos plantados en el cielo.
A esa noche le han seguido más y, con ellas, vinieron sus preludios, los atardeceres, y sus finales, los amaneceres. Todos ellos representando momentos mágicos que poco a poco he ido descubriendo. La soledad en esos momentos, las últimas luces de día, el silencio y la quietud de la noche o el sonido de la marcha y de la propia respiración al alba, pueden llegar a crear momentos casi mágicos y difíciles de olvidar.
Amanece en el glaciar del Bishorn |
Pero, estemos donde estemos, hay que mirar arriba, hay que buscar lo que nos sorprenda; porque, sin esa curiosidad, sin esa capacidad de sorprenderse y de buscar lo especial en lo cotidiano, estamos muertos.
Supongo que, quizás, simplemente hay que buscar el momento, la compañía y el lugar adecuado para encontrar ese sentimiento. Cada cual tendrá el suyo.
Aquí, y por una vez en la vida, los porqués y la lógica no son importantes; simplemente abre los ojos, mira hacia arriba y disfruta. Es un regalo que tenemos todos los días.
"Por la mañana todo ha pasado y me encuentro bien;
el largo que ayer dejé a medias es una belleza. ¿Qué ha cambiado ? Es
uno de tantos enigmas sin respuesta, como porqué escalas o qué haces
aquí"
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"Bájame una estrella" Miriam García Pascual
"Bájame una estrella" Miriam García Pascual
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