Cuando uno
cuenta una historia puede elegir entre contarla tal como fue -o la recuerda-, intentando ser lo más
objetivo posible, o hacerla verosímil, es decir, narrarla de una manera
que la haga creíble, pero con unos añadidos que le den un toque que
haga pensar al neófito o al no entendido en un gran peligro o en una actitud
heroica propia únicamente de los valientes.
Intentaré que lo que escriba sea del primer tipo.
Este caso que toca narrar es la historia de dos pardillos con poca experiencia -aunque eso ya se ve-
intentando escalar una vía sencilla de varios largos en un lugar apartado y tranquilo una
tarde de principios de Primavera hace ya algún tiempo. Para algunos la historia será algo insignificante pero, para
nosotros, y como cordada aquel día, ha significado mucho; siempre hay una primera
vez, y en lo que a pared se refiere, esta fue la nuestra:
Después de valorar las múltiples posibilidades típicas y tópicas que todo el mundo conoce y de las que se puede encontrar cientos de reportajes por internet - las clásicas de quien empieza, vamos-, mi compañero y yo nos decidimos por la vía
Arco Iris, semiequipada y situada en el Risco de la Encina, en el
Boalo. A mi compañero y a mí nos pareció una buena elección dada nuestra
experiencia y las ganas de pasar una tarde tranquila en un sitio algo apartado.Buenas vistas desde este balcón de El Boalo |
La vía consta de 3 largos con unos 110 m de longitud aproximadamente y un grado de V- según aparece
reseñada en la guía de Tino Núñez "Escaladas en la Comunidad de Madrid y
Alrededores". Para el descenso, que se hace rapelando, existen dos posibilidades, indicadas también en dicha guía.
Y para allá que
fuimos.
La cosa empezó con un olvido por mi parte: el casco. Pues bueno, como no hay solución, decidimos que el que escale de primero lo lleve y lo iremos intercambiando.
La cosa empezó con un olvido por mi parte: el casco. Pues bueno, como no hay solución, decidimos que el que escale de primero lo lleve y lo iremos intercambiando.
La aproximación
a la vía no es demasiado evidente, pues, aunque el camino está marcado con
hitos, no está excesivamente pisado y hay demasiados pasos con zarzas y jaras
que te dejan los brazos llenos de arañazos. Además, tiene un cuestón que salva
la mayor parte de los 400 m de desnivel que hay hasta el risco y una zona de
trepadas que no son excesivamente fáciles de seguir, por lo menos por el lado
derecho (según subes) del sector de deportiva (Sector Películas), que fue por
donde subimos... y bajamos.
Empezando... la aventurilla. |
El primer
largo, de unos 50 m, salió rápido, así que pronto estábamos los dos en la
primera reunión. El compañero tiró para arriba en el segundo largo, corto y
fácil; un par de cacharros en la fisura y reunión. Aquí empieza la
historia.
Entre las coñas de lo bien de tiempo que vamos, que sólo nos queda un largo y tomándonos un descanso en la reu, comentamos algunos temas de seguridad y cosas como que nunca se nos ha enganchado una cuerda rapelando, que sería muy chungo que desde aquí se nos cayera la cesta...
Sólo queda el
tercer largo; éste sube el espolón pero no presenta demasiadas dificultades,
así que en poco menos de una hora llegamos a la última reunión.
"Pues qué
mal que no suba a la cima, ¿No? ¿Habrá reunión arriba?"
"Pues ni
idea, la guía no dice nada, vamos para abajo mejor, no sea que se nos haga
tarde"
Elegimos
rapelar por la vía, no tenemos claro dónde está la reunión hacia donde
tendríamos que ir por la otra opción. En ambos casos son dos rápeles, así que
tardaremos más o menos lo mismo: marchard, cesta... y para abajo.
El compi bajo
primero y después fui yo. Una vez asegurados en la primera reunión,
pasamos la cuerda por la argollas y nos pusimos a recogerla y doblarla. ¡Bien!,
ha llegado el nudo y la cuerda roja ya está lista para lanzar. Así que me pongo
a recoger la azul; una lazada, otra, otra... joder cómo tira la hijadeputa,
joder, que no puedo recoger.
Tiramos, la movemos, la hacemos ondularse como una serpiente y nada; se nos ha enganchado
la cuerda y estamos a 50 m de suelo. Bien, ahora nos acordamos de nuestra
conversación de hace 20 minutos.Después de discutir qué hacer, no queda otra que con la otra cuerda intentar llegar donde se ha enganchado e intentar desengancharla para luego, desde la reu intermedia, descolgarse como si fuera deportiva.
Así que
toca ir para arriba con el material a darse el largo y los 10 m que separan la
segunda reunión de la fisura donde está enganchada la cuerda. El compañero escala,
llega a la reu, la chapa, observa que el terreno es fácil y sube hasta la cuerda,
la desengancha y me la tira; aunque se queda enganchada en un árbol no hay
problema ya, ¡La hemos recuperado! Abandona un maillón y junto con otro que ya
había en la reunión le descuelgo hasta la primera reunión.
Pero, ¡mierda!, con la alegría, las prisas y la tensión, nos hemos olvidado de recoger el largo. Así que toca ir otra vez para arriba en top rope, recoger las cintas y volver a bajar. Tardamos poco, pero la luz empieza a escasear.
Una vez recuperado todo, ya contentos y con la adrenalina algo más baja, montamos el rápel que nos dejaría en el suelo. Hemos perdido más de una hora entre subir, desatascar, bajar y montar, se nos está haciendo de noche y se empieza a ver mal. Guardo mi cesta cuando, gracias a mis manos de mantequilla, se me cae y la veo rodar hasta el pie de vía.
Joder, joder, joder. En buena hora hablamos de marrones.
Así que, reunidos en comité de emergencia colgante, barajamos las opciones que creemos más seguras: o bien mi compi repelará con la cesta y yo con nudo dinámico o bien, una vez éste haya rapelado, atará la cesta a la cuerda, la recuperaré y rapelaré con ella.
Decidimos la segunda. Una vez ha rapelado, el compi ata la cesta a la cuerda; yo ato la cuerda a un mosquetón y empiezo a recuperar, no sea que se me caiga la cuerda con los nervios y la liemos de verdad.
Pero, ¡mierda!, con la alegría, las prisas y la tensión, nos hemos olvidado de recoger el largo. Así que toca ir otra vez para arriba en top rope, recoger las cintas y volver a bajar. Tardamos poco, pero la luz empieza a escasear.
Una vez recuperado todo, ya contentos y con la adrenalina algo más baja, montamos el rápel que nos dejaría en el suelo. Hemos perdido más de una hora entre subir, desatascar, bajar y montar, se nos está haciendo de noche y se empieza a ver mal. Guardo mi cesta cuando, gracias a mis manos de mantequilla, se me cae y la veo rodar hasta el pie de vía.
Joder, joder, joder. En buena hora hablamos de marrones.
Así que, reunidos en comité de emergencia colgante, barajamos las opciones que creemos más seguras: o bien mi compi repelará con la cesta y yo con nudo dinámico o bien, una vez éste haya rapelado, atará la cesta a la cuerda, la recuperaré y rapelaré con ella.
Decidimos la segunda. Una vez ha rapelado, el compi ata la cesta a la cuerda; yo ato la cuerda a un mosquetón y empiezo a recuperar, no sea que se me caiga la cuerda con los nervios y la liemos de verdad.
Otro tipo de marroncillos primaverales... tormentas. |
Todo sale bien,
recupero la cesta, rapelo y llego a pie de vía a las 21:30, noche
cerrada ya. Hemos tardado una hora en subir y casi dos en bajar cuando lo planeado
era 1 hora en subir y unos 45 minutos en bajar.
Se nos ha hecho de noche, así que recogemos a toda leche, saco el frontal,
enchufo el GPS y tiramos siguiendo el track que he grabado y los hitos que
vamos encontrando. Por si no se nos habían complicado las cosas, se acaba la batería del frontal,
y las de repuesto... las saqué porque ¡Joder, si le había cambiado las pilas la
semana anterior y no lo había ni usado!
Para joder más, el GPS da un error de 15 m en el peor sitio, donde los hitos se pierden. En ese momento me acordé de mis sermones sobre la tecnología y sus fallos.
Dimos vueltas como gilipollas, trepando y destrepando y enganchándonos con
toda zarza posible a la luz de los móviles. Subimos, bajamos, hicimos un
camino, subimos de nuevo al risco, nos metimos por un vivac... y no había
manera. Las diez, noche cerrada, no hay manera de encontrar el camino y con el
miedo a terminar en lo alto de las placas del sector de deportiva que está bajo
el risco, con el peligro que eso puede conllevar.
Conservamos la
calma -ya estamos en el suelo, no hay de qué preocuparse, y no hacía frío-,
andamos entre las zarzas y, orientándonos en la dirección que habíamos venido
(Este), terminamos encontrando el camino de vuelta.
Una hora
después, y como colofón para la escalda, y previo comentario sobre un ataque de
caballos locos, nos llevamos un susto con un caballo y, poco después, con los
brazos y piernas como si nos hubiera atacado un velociraptor, llegamos al coche.
Una vez allí, nos cambiamos y descansamos. Eran las 23:30, habíamos tardado más de 2 horas en bajar por donde habíamos subido en 1 hora. Con luz y tranquilos, claro.
Una vez allí, nos cambiamos y descansamos. Eran las 23:30, habíamos tardado más de 2 horas en bajar por donde habíamos subido en 1 hora. Con luz y tranquilos, claro.
Después de
llamar a casa, cogimos el coche y volvimos para casa.
Como decía, no es
una gran aventura y no quiero darle un tono que lo haga parecer más importante
de lo que realmente fue: un simple problema; sin embargo, fue nuestra y nos
enseñó mucho.
"… el alpinismo
es uno de los deportes más bellos que puedan existir, pero practicarlo
sin preparación técnica viene a ser una modalidad más o menos consciente
de suicidio …”.
Gaston RÉBUFFAT.
"la historia de dos pardillos"...jaja...menudos figuras. Lo de los caballos locos nunca existió, Juan, Mikel te estaba sugestionando...
ResponderEliminarPues apareció un caballo negro como el carbón de la nada 15 segundos después de terminar de contarlo... y sí, pardillos máximos... pero así se aprende, ¿no? Aunque mejor que sea paso a pasa y con los mínimos marrones posibles... Salu2!
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