Son esos días, esos tiempos muertos donde el cuerpo permanece quieto y
orientado hacia la pantalla o recluido en un recinto con la promesa de
unas migajas cada final de mes, cuando las cosas dejan de tener sentido,
cuando incluso lo que te motiva deja de hacerlo y hacer las cosas pasa
a ser una simple y anodina repetición.
Son esos días en los que todo se viene un poco para abajo y se hace algo más difícil sonreir, donde tengo que tirar de esas cosas que me hacen sentir vivo, de esas cosas que me aterrorizan y que me apasionan a la vez.
Son esos días donde pienso en cómo me gusta sentarme en el suelo, acercarme las manos a la cara y ver que huelen a lo mismo que la roca, que huelen al musgo que la recubre; me gusta sentir que, de alguna manera y por un tiempo, he pasado a ser parte del paisaje y he olvidado los edificios inteligentes y las impersonales oficinas donde nos hacinan durante gran parte de nuestra vida rodeados objetos que, sin nosotros, serían inútiles y que hacen más inerte todo lo que nos rodea.
Me gusta pasar del Sol a la sombra y de la sombra al Sol; de la soleada cara Sur a la fría y húmeda umbría de la Norte, sentir en mi piel y en mi rostro que la vida tiene dos caras, que de la parte más amable se puede pasar a la más severa y que también se puede volver de ésta última a la primera; me gusta saber que tanto en la sombra como en el Sol hay cosas fáciles y difíciles, que cada cosa tiene sus peligros e incertidumbres y que la una sin la otra no podrían existir.
Escalando en Guadarrama. Agujas de los Emburriaderos |
Son esos días donde pienso en cómo me gusta sentarme en el suelo, acercarme las manos a la cara y ver que huelen a lo mismo que la roca, que huelen al musgo que la recubre; me gusta sentir que, de alguna manera y por un tiempo, he pasado a ser parte del paisaje y he olvidado los edificios inteligentes y las impersonales oficinas donde nos hacinan durante gran parte de nuestra vida rodeados objetos que, sin nosotros, serían inútiles y que hacen más inerte todo lo que nos rodea.
Me gusta pasar del Sol a la sombra y de la sombra al Sol; de la soleada cara Sur a la fría y húmeda umbría de la Norte, sentir en mi piel y en mi rostro que la vida tiene dos caras, que de la parte más amable se puede pasar a la más severa y que también se puede volver de ésta última a la primera; me gusta saber que tanto en la sombra como en el Sol hay cosas fáciles y difíciles, que cada cosa tiene sus peligros e incertidumbres y que la una sin la otra no podrían existir.
Cresteando por Gredos |
Me gusta llegar a casa hecho polvo y sentir que el cuerpo está ahí para ser utilizado; me gusta sentir que soy capaz de ser algo más que un simple eslabón en la cadena y liderar mi propio destino; me gusta tener alguien en quien confiar al lado y con quien compartir esos momentos y decisiones.
¿Vale la pena? Quizás sea una pregunta sin sentido; quizás, no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario